Un paisaje olvidado, disminuído por el tráfico y la pobre efervescencia de los peatones, que un poco ajenos a su entorno caminan llevando consigo el peso de la costumbre y la rutina. El color de la ausencia. Un paisaje de líneas amarillas continuándose entre baldosas y avenidas, entre semáforos y puertas, entre concurridas plazas y viejos carteles y extrañas corbatas y modestos cordones.
El sol está como presenciándolo todo pero sin participar de la escenografía, sirviendo tan sólo como un buen contraste para tanto cartón y tanta lata vacía.
Las horas parecen no pasar. Van quedando. Se van apretando en cada corazón y en cada rostro. No están de paso, dejan su marca visible donde sea. En el asiento de un ómnibus, en la puerta de un baño, en la cara de un niño, de un viejo, en las hojas de un árbol, en las manos de un hombre.
Cúmulo de tiempo desparramado. Ciudad.
domingo, marzo 21
Desde cero.
La situación es esta: no volveremos a estar juntos. Vos no, yo no. Vos en tu vida, en tu casa, en tus años, en tu historia. Yo en la mía. Si quitáramos motivos, argumentos, fechas o causas, sólo quedaría la distancia, separándonos en un mapa inadecuado pero cuyos límites estarían muy bien definidos. Hasta podría tomarse una regla y medir. Pero lo otro, lo que explica, ya ha ocurrido y no puede quitarse. Tampoco medirse para después restarse.
Qué pena, porque el cero es un hermosísimo número.
Qué pena, porque el cero es un hermosísimo número.
domingo, marzo 14
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