Mis abuelos ya no son
aquellos que solían ser
esos viejitos oliendo a talco
en el patio de la casa.
Son otros en mi memoria
distintos
a los que fueron.
Mis padres tampoco son
aquellos que solían ser
esos que se recostaban lentos
en la bruma siniestra
del cansancio
tan valientes el domingo
a la hora del almuerzo.
Yo misma ya no soy
aquella que solía ser
la niña con restos de alfajor
en las manos
y una casa entera que habitar
a la hora de la siesta.