miércoles, diciembre 28

Condición final

Tu espalda es un lugar
diferente a otros lugares
donde crecen y se mezclan flores
cercen y se mezclan
como casas
como incendios
como ramo fugaz color disperso
como el desamor 
pero el desamor.




martes, diciembre 27

Aún

Lo que apremia
mientras callamos
no es más que algo
volátil
pero hermoso
por eso cae
por eso es que yo
simplemente creo
que todas las cosas pequeñas
de este mundo
te pertenecen.

Renuncia

Anido en lo que supongo
porque en ese devenir se encuentra
lo no dicho.

Creo en las telarañas
que habitan tu cuerpo 
y podría creer también en vos.

Podría.
Si tal vez no fueras
mi armamento.




martes, diciembre 20

Creencia

No hay rastro de tu voz
por esta casa
solo hubo una canción
cuya letra
supimos cantar juntas 
no hay rastro
de mis lágrimas
en aquel cuarto
solo hubo noches
apenas unas cuantas
noches
sostenidas en mi piel
que finalmente lograron
reunir el silencio.

lunes, diciembre 5

Imaginario

Te imagino a veces
breve y silenciosa
de algún modo sé
que vendrás una mañana
envuelta en blanco
preciosa
cual enfermera de
mis atributos tristes
y armarás
con habilidad 
mis diferentes versiones.


lunes, noviembre 28

Justicia

En tu fuerza encuentro casi todo

mis fracasos, mis enredos, mis desvelos

los voy juntando sin que lo sepas
hay un halo de ternura
que te envuelve

me quedo en silencio como si

hubiese en ello
un dilema
algo para resolver creo ser testigo de lo que no te fue devuelto.




lunes, noviembre 14

No ubico el nerviosismo de tus párpados en ningún lugar de mi conciencia. Solo existe. Es como una hoja en un árbol o un verso en un poema. 

Se sostuvo en el aire la voz que abría nuestras manos. Dijiste que volvías enseguida y me quedé tranquila mientras te alejabas unos metros.
Observé sin temor el movimiento de tu vestido azul entre la miel de tus tobillos.
El tiempo se hizo cargo del resto.

Al verte por primera vez pude narrarme, digamos, presentir cosas.
Arrimar a mi cuerpo la emoción de algo vivo. 

sábado, septiembre 3

Lo que queda

Encontrarme en
la breve luna de tus hombros
dormir entre los huecos de
tu espalda
dejar de lado
la secuencia de los días
las manchas de vino en la alfombra
las migrañas de lunes a viernes
el tiempo que se acumula en mis brazos
entender que ya no importa si es
lo fino de tus labios
o lo suave de tu piel
lo que queda en mi memoria 


jueves, agosto 18

Nudos

Sos un nudo
venís
me nombrás
como si supieras algo de mi

yo espero quieta
como una nube
o un gato agazapado

pienso que quizás
el olvido ha muerto a causa
de mi juventud

sos un nudo 
me enredo en las palabras
que no decís
me trago ese silencio
que sostenés mientras
contás una anécdota
y no te reís, parece
que no respiraras 

me quedo ahí, y espero
como nube o gato
estoy más quieta aún
deseo quiero anhelo
que digas algo
cualquier cosa
de pronto de eso depende
mi destino mi desayuno
la guerra el mundo
los aviones el calor

entonces soltás una
carcajada o un suspiro
o simplemente
rematás la historia
y yo recuerdo
que el nudo soy yo 
enredándome en tu texto
en tu nudo y tu desnudo
en eso tuyo
que decidís guardarte. 

sábado, julio 9

Ser todo

Acabo sintiendo
una falta
como un punto leve
de ascenso
rodeándome
borrando en parte
las dudas
sobre el futuro
me miro en un espejo
soy un cuerpo 
que envejece
intento comprender
pero no es posible
porque todos mienten
hasta yo que me pienso
tan sincera
tan comprometida
yo también 
oculto mis ojeras
me tiño el pelo
y olvido a veces
los cumpleaños

martes, julio 5

Quizás la poesía

Eso que se va y no regresa
lo que se hunde ante nosotros
seres del tiempo, dolientes
savia del árbol que esconde sus años
dureza del envejecimiento
amarga intención, carencia.

Una vez más y otra somos los mismos
volvemos a sentirnos
humildes pero un poco raros
no entendemos muy bien qué pasa
pero vamos venimos
trotamos en un gimnasio
vemos una película.

Sería tonto decir: eso es la vida
pero al mismo tiempo
¿qué, si no?
¿cual de todos los atardeceres
podría definirnos?
¿qué luna imposible y efímera
habla hoy de nuestras penas?
¿quién comprende sin palabras
la estrechez del agotamiento
o da un abrazo al vacío
sin estremecerse?

Quizás la poesía.



martes, junio 14

Abstracto

Nombro tu risa
frente al espejo de mi infancia
nombro tu voz
y tu después
nombro tu espalda
y en mis manos se dibuja
la blancura
de tu piel colgada en el silencio.



lunes, mayo 30

Memoria

Mis abuelos ya no son
aquellos que solían ser
esos viejitos oliendo a talco
en el patio de la casa.

Son otros en mi memoria
distintos
a los que fueron.

Mis padres tampoco son
aquellos que solían ser
esos que se recostaban lentos
en la bruma siniestra
del cansancio
tan valientes el domingo
a la hora del almuerzo.

Yo misma ya no soy
aquella que solía ser
la niña con restos de alfajor
en las manos
y una casa entera que habitar
a la hora de la siesta.






martes, mayo 24

Un lugar tranquilo

Podríamos ser mejores
sabés que sí y yo
en parte
también lo sé.

Podríamos ir
por la vida
haciendo incesantemente acciones buenas
no mentir, no juzgar a nadie.

Podríamos incluso ir más allá
redoblar nuestro esfuerzo
rasgar nuestras vestiduras
por alguna causa.

Sin embargo acá estoy
conversando contigo mientras
me pasás un mate
yo te digo qué linda
está la tarde
aunque haya nubes y el sol no esté
lo suficientemente fuerte.
Y vos me abrazás
y te quedás conmigo en silencio.

No somos los mejores
tal vez podríamos serlo.

Lo cierto es que
decidimos quedarnos
en un lugar tranquilo.

No defiendo esto
aunque
de algún modo
pienso
a veces pienso
que somos tan valientes todos
porque habitar este mundo 
es una forma
de llorar por él

y que tanto amor hay
en dejar que un atardecer
dialogue
con nosotros
sin pedirle nada
absolutamente nada a cambio.






miércoles, mayo 18

Monstruos

Decime
con tus palabras
qué es
lo que menos
te gusta
de mi
decimelo suave
para que sea capaz
de irme sin culpa
no grites
no cites
ninguna fecha
no es necesario
que te disculpes
olvidemos
quiénes somos
por un rato
probemos ser
los monstruos
que nos habitan
la herida
no es tal
si no se asume
a favor 
del silencio.





La falta

Ya nada es
suficientemente grave 
para asustarme o doler.

Solo hay abismos 
y un horizonte
que tiende a gris.

Una luz ilumina mis restos
lanzo
   de a una
      preguntas
              al aire.

De pronto
recuerdo algo muy breve:
mi escudo ya no es el amor
sino la muerte.

lunes, mayo 2

Tango

No concibo la vida
desde otro horizonte que no sea
la verdad apaciguándose en la nada
el tiempo esperando en un rincón
ser descubierto.

Nuestro amor tiene la piel arrugada
por los años vencidos que ya no se renuevan
Nuestro amor
tiene cara de a veces, de nunca, de ya no más.

Lo que entiendo por placer
es tan ambiguo
y tan fácil nombrarlo sin decir una palabra.

Las voces interfieren en el cuerpo 
solo cuando se lo permitimos
y vos sabés que el vacío siempre está,
siempre vuelve
se manifiesta en la piel desnuda
a través del movimiento de los pies
acariciando el suelo.


domingo, abril 10

Recuerdo

Desde lo alto estoy te miro estás pasando un buen momento se te nota yo mientras tanto me pongo de pie respiro las luces de la ciudad me devuelven la mirada como un guiño
No sé cómo evocarte de otra forma
"aquella vez lloraste tanto que
te costaba respirar" dijiste
Sonreí al escucharlo porque era cierto
lo recuerdo muy bien
recuerdo la angustia en los pulmones
ganando lugar
espacio
El cielo está muy gris
mi pensamiento se aleja
cruza edificios y calles
como si se volcara hacia vos
te buscara
De nuevo me cuesta respirar
esta vez no es angustia
es solo un recuerdo

sábado, febrero 19

La inutilidad del nombre

 ¿Por qué te importa tanto el nombre? Me preguntó más de una vez. Yo no sabía explicarlo. Me importaba y punto. Me importaba al darle la mano, al acercarme por un beso, al verlo riéndose de cualquier cosa al lado mío. La verdad es que no soportaba casi oler su perfume sin pensar en el nombre, una y otra vez.

Sacaba el tema en cualquier momento, en cualquier contexto. Él me miraba, algunas veces -las primeras- de forma tierna y disimulando la sorpresa, otras -las últimas- visible y ampliamente desconcertado.

Yo no me lo podía sacar de la cabeza. Amigos, familia, todos preguntando y yo sin respuestas para dar. ¿Y? ¿Formalizaron? Mi abuela era una de las más insistentes. No entendía cómo todavía no lo había llevado a casa. ¿Y el dragoncito? Me preguntaba, y los ojos negros le brillaban con esa picardía infantil que siempre tuvo. Quería conocerlo.

Pero eso, me habían explicado en casa, llevaba tiempo: primero teníamos que “ser algo”, y sin nombre, no éramos nada.

Más tarde yo me lo reprocharía tristemente, día y noche, hasta el punto en que los demás, cansados de verme hacer todo entre tanta lágrima y tanto moco, me dirían con tristeza que ya era suficiente, que siendo tan joven no valía la pena, que ya vendrían nuevas experiencias. Entonces yo aprendería a esperar la llegada de la noche para poder llorar sin dar explicaciones.

Pero por aquellos días primaverales no me importaba otra cosa.

Me es imposible obviarlo: días más primaverales que esos, no hubo más. Nunca. Era el nacimiento de todo. Por primera vez me gustaba alguien y además ese alguien me correspondía. Adoraba que me abrazara sin preguntármelo, la profundidad de sus ojos, el silencio que nos iba arrimando lenta, sigilosamente. Caminamos más de una vez por 18 de julio y todavía hacía calor en la noche. Me gustaba poner atención en nuestro reflejo sobre las vidrieras y sin proponérmelo, a un mes de conocernos, me imaginaba futuros años de feliz noviazgo.

Una noche, llevé un poema escrito por mí en un marcador de libros. No tenía mayores expectativas, sólo quería regalárselo. Que lo tuviera. Que tuviera algo hecho por mí. Lo miró, lo leyó y guardó silencio. Después de un rato y con una sonrisa dijo que en realidad nunca usaba marcadores, que si yo le daba permiso se lo guardaba en la mesa de luz. Yo asentí en silencio. Y, mientras lo hacía, pensaba en el nombre.

Supongo que, de algún modo, se dio cuenta. Mi insistencia fue tomando un espesor considerable, un apuro febril e inconsistente provocado por exigencias de todo tipo que, en realidad, no me concernían en absoluto, ni yo podía entender hasta qué punto me eran ajenas.

En un último y -para mí- dramático encuentro me explicó que no era necesario ningún nombre porque nos faltaba tiempo y no era el tiempo del reloj, pero que se había cansado de decírmelo. Entonces le pedí que no se fuera, que los nombres ya no me importaban más, pero me explicó muy serio que llegaba tarde a clase. Y se fue.

Hurgué en su rostro por las noches. Hurgué en mi cuerpo un gesto suyo, un aroma. Le escribí, lo esperé, lo lloré. Lo lloré tanto que los demás, cansados de verme hacer todo entre tanta lágrima y tanto moco, me dijeron con tristeza que ya era suficiente, que siendo tan joven no valía la pena, que ya vendrían nuevas experiencias. Entonces yo me hundí en la llegada de la noche para poder llorar sin dar explicaciones.


miércoles, febrero 9

Un lugar ajeno

Estoy buscando
quebrarme al fin
por lo angosto
de mis piernas.

Tengo el pecho rogando
pidiendo por favor
ser sabido o nacer.

Ser sabido desde cerca
o nacer
por vez primera.

No respondo del todo
a esto que me pasa.
Es como si volara alto
hacia un lugar ajeno.

Demora apenas
la voz del cuerpo
en la hermosa hondura
del mecerse lento
y al fin, calladamente
me quiebro.

Ocurre muy despacio
como si no existiera el tiempo
mientras vos
esperás atentamente
y sospechás triunfante
que en ese breve instante
yo te pertenezco.


martes, enero 18

A la orilla

En los días quietos
la luz entra repentinamente 
por la ventana
y ahí se queda, 
como un mar que espera
en calma
la siguiente ola.

Mis pies se hunden
en el colchón amarillento
sobre una sábana mal puesta
(pienso que también
esperan algo
mientras doblo aún más los dedos
y mi cintura se afloja
involuntariamente).

En los días quietos
no hay verdad, ni siquiera
una verdad pasajera
para conversar sobre ella.

Hay el resto de un día anterior
que resuena impreciso.
Es como que se tiene la sospecha
la suposición de un ayer.

Suficiente para ver en la luz una ilusión
y sostenerse al margen de las olas
y a la orilla de la espera.

El nombre

Una vez, mientras dormías, 
escuché la voz del viento.

Era feroz y pasaba insistente
a través de los postigos de la casa.
Sonaba como un filo sutil
dando órdenes precisas.
Luego se atoraba en
las rendijas como a punto
de ahogarse.

De pronto lo hice.
En el espeso aire 
del cuarto
estiré mi mano
y escribí en un temblor el nombre.
Algo muy leve rozó mi piel.

Por la mañana
despertaste sin sueño
y me miraste con desprecio.

Viste asomarse en mí
la virtud de la desdicha.