martes, mayo 6

Llegué a tu casa aquel día con el ruido del ómnibus todavía en las orejas, el mareo que produce la ciudad y la gente, que va masticando el sueño todas las mañanas entre mochilas y semáforos.
Tuve cuidado. A esa hora por lo general dormías o no querías que te ensuciaran el piso de baldosas rojas recién limpio. Así que tuve cuidado. El olor a incienso se sentía ya desde afuera. Toqué tres veces, con cuidado.

Me fui de tu casa sin entender nada. Bajando por las escaleras pensé que aquella luz amarronada seguramente me haría acordar para siempre al mes de julio. Te oí llorar cuando iba por el segundo piso, cuando el eco de mis pasos ya se hacía más evidente. Seguí hasta la puerta y me fui, me di de cara contra el viento, disimulé las lágrimas en el viaje de vuelta, intentando no caerme entre mochilas y semáforos, que para ese entonces ya comenzaban a desaparecer, junto con la ciudad y la gente, nada más desaparecer.

1 comentario:

Fd. dijo...

Buen regreso.
Buen diseño.
Buen blog.
Buen avatar.

Lástima lo triste del post.
Espero leer pronto alguna alegría por acá.